Hace unos días esperando para realizar un trámite en las oficinas de Obras Particulares, oí sin querer a unas personas que comentaban el estado de la arquitectura local. Hablaban sobre la reticencia de los vecinos a aceptar nuevos edificios pues muchas veces son más "feos" que las casas tradicionales edificadas en esos lotes. Capté la frase (dicha según estas personas por un locutor de radio) pues me pareció resume lo que sucede a menudo en nuestras ciudades, ya sea por exceso o ausencia de entelequia en el proceso de diseño.
Como comenté en la entrada "Arquitectura Moderna para una sociedad Posmoderna" lo que da sentido a nuestro oficio es la necesidad de las personas de habitar un espacio, todos los procesos intelectuales desarrollados en el tiempo de nuestra profesión siempre han (o deberían) tenido en cuenta al habitante como sustento primero y final de las elucubraciones. Sucede que parte de la arquitectura que pretendió superar a la Moderna, al no poder sostener en el campo estricto del proyecto (estructura, función y forma) las razones que justificasen el cambio, tuvo que recurrir a un territorio ajeno, donde los argumentos proyectuales perdían validez ante argumentos de origen subjetivo y hasta individual. Se inició entonces una escalada de "estilos" en los que cada uno pretendía la vigencia con sustentos más y más rebuscados. Nunca antes el hecho arquitectónico fue más un objeto aislado y nunca antes las ciudades sufrieron más las supuestas entelequias de nuestros pares.
Evidentemente, cuando esa arquitectura "única" es tomada como imagen por otros que pretenden reproducirla, suceden los descalabros proyectuales que vemos a menudo en nuestras ciudades. Pretender explicar una casa con metáforas, sueños y conceptos es como ir a un restaurante y que en vez del plato de comida te sirvan un manuscrito. La diferencia abismal es que como mucho en el segundo caso te pelearás con el metre y buscarás otro lugar, pasando en el primero que para cuando te des cuenta de la magnitud de la estafa poco margen te quedará para retroceder.
Cuando nos indignamos porque un conocido decide llamar a un maestro mayor de obra o a un maestro albañil para diseñar y construir, recibimos casi siempre como respuesta que "los arquitectos son caros, son para cosas de lujo". Hemos perdido gran parte de nuestra reputación profesional, al menos entre la gente común. Muchas veces nos llaman porque el trámite municipal nos exige, pero pronto entregan el mando de la obra a las personas que consideran "saben": los ejecutores (albañiles, constructores, etc.) Tenemos entonces un arduo trabajo de demostrar la validez de nuestra intervención.
Un proyecto no deja de ser "bueno" porque no lleva ciertos componentes. Si nosotros como profesionales no conseguimos entregar un producto útil a nuestros clientes, a la medida de sus necesidades y posibilidades, somos nosotros los equivocados y no ellos los ignorantes. Si se desestiman elementos decorativos por ser considerados "caros" el problema no está en que el cliente no valora la calidad de nuestro trabajo, sino en que por nuestra incapacidad proyectual hemos incluido componentes que al no poderse sustentar en el conjunto del proyecto (estructura, función, forma) pasan a ser "accesorios" prescindibles.
Desde hace un tiempo me tracé como meta profesional el poder atender a cualquier tipo de cliente, buscando siempre superar sus expectativas sin que ello me implique renunciar a mis principios proyectuales. Siempre tengo en mente las casas Ballvé y Catasus de Coderch como modelos de Arquitectura Moderna muy distinta en resultante formal y tecnología constructiva, pero similares en la aproximación proyectual.
Entonces dejemos de hacer edificios "feos" o faltos de calidad, retomemos el rumbo de nuestra profesión: las discusiones no deben estar en el plano de los deseos (conceptos, ideas) o solamente en la rentabilidad del emprendimiento, sino en el impacto en la ciudad y la valía para sus habitantes.
Aldo Facho Dede
Como comenté en la entrada "Arquitectura Moderna para una sociedad Posmoderna" lo que da sentido a nuestro oficio es la necesidad de las personas de habitar un espacio, todos los procesos intelectuales desarrollados en el tiempo de nuestra profesión siempre han (o deberían) tenido en cuenta al habitante como sustento primero y final de las elucubraciones. Sucede que parte de la arquitectura que pretendió superar a la Moderna, al no poder sostener en el campo estricto del proyecto (estructura, función y forma) las razones que justificasen el cambio, tuvo que recurrir a un territorio ajeno, donde los argumentos proyectuales perdían validez ante argumentos de origen subjetivo y hasta individual. Se inició entonces una escalada de "estilos" en los que cada uno pretendía la vigencia con sustentos más y más rebuscados. Nunca antes el hecho arquitectónico fue más un objeto aislado y nunca antes las ciudades sufrieron más las supuestas entelequias de nuestros pares.
Evidentemente, cuando esa arquitectura "única" es tomada como imagen por otros que pretenden reproducirla, suceden los descalabros proyectuales que vemos a menudo en nuestras ciudades. Pretender explicar una casa con metáforas, sueños y conceptos es como ir a un restaurante y que en vez del plato de comida te sirvan un manuscrito. La diferencia abismal es que como mucho en el segundo caso te pelearás con el metre y buscarás otro lugar, pasando en el primero que para cuando te des cuenta de la magnitud de la estafa poco margen te quedará para retroceder.
Cuando nos indignamos porque un conocido decide llamar a un maestro mayor de obra o a un maestro albañil para diseñar y construir, recibimos casi siempre como respuesta que "los arquitectos son caros, son para cosas de lujo". Hemos perdido gran parte de nuestra reputación profesional, al menos entre la gente común. Muchas veces nos llaman porque el trámite municipal nos exige, pero pronto entregan el mando de la obra a las personas que consideran "saben": los ejecutores (albañiles, constructores, etc.) Tenemos entonces un arduo trabajo de demostrar la validez de nuestra intervención.
Un proyecto no deja de ser "bueno" porque no lleva ciertos componentes. Si nosotros como profesionales no conseguimos entregar un producto útil a nuestros clientes, a la medida de sus necesidades y posibilidades, somos nosotros los equivocados y no ellos los ignorantes. Si se desestiman elementos decorativos por ser considerados "caros" el problema no está en que el cliente no valora la calidad de nuestro trabajo, sino en que por nuestra incapacidad proyectual hemos incluido componentes que al no poderse sustentar en el conjunto del proyecto (estructura, función, forma) pasan a ser "accesorios" prescindibles.
Desde hace un tiempo me tracé como meta profesional el poder atender a cualquier tipo de cliente, buscando siempre superar sus expectativas sin que ello me implique renunciar a mis principios proyectuales. Siempre tengo en mente las casas Ballvé y Catasus de Coderch como modelos de Arquitectura Moderna muy distinta en resultante formal y tecnología constructiva, pero similares en la aproximación proyectual.
Entonces dejemos de hacer edificios "feos" o faltos de calidad, retomemos el rumbo de nuestra profesión: las discusiones no deben estar en el plano de los deseos (conceptos, ideas) o solamente en la rentabilidad del emprendimiento, sino en el impacto en la ciudad y la valía para sus habitantes.
Aldo Facho Dede
Casa Catasus - Coderch - Sitges (Catalunya) 1956
Casa Catasus - Coderch - Sitges (Prov. Barcelona) 1956
Casa Ballvé - Coderch - Camprodón (Prov. Girona) 1957
Casa Ballvé - Coderch - Camprodón (Prov. Girona) 1957
Imágenes: Libro Coderch 1913-1984, Editorial Gustavo Gili, Barcelona 1989
Fotos: Francesc Català-Roca
Plenamente de acuerdo, mi amigo, pero ahora te hago una pregunta difícil.
ResponderEliminar¿Qué es lo feo para la gente? ¿Qué es lo bonito? ¿Porqué la gente ha copiado hasta el cansancio aquel modelo de casa californiana, con techo con tejas (a pesar de que en algunas zonas no llueve nunca), arquitos (o arcadas), 250 tipos de acabados, materiales, estilos de vanos, etc. (aquello que en Perú conocemos como arquitectura chicha)?
Alguna vez un cliente me reclamó porqué los arquitectos nos creemos con el derecho a imponer nuestros criterios estéticos, cuando finalmente son ellos los que van a vivir allí, y probalemente lo que para nosotros es válido y racional para ellos es simplemente "feo".
Hola Carlos y Aldo, el tema me es muy interesante ya que lo veo a diario con los clientes y compañeros de trabajo: Profesionalmente hablando ¿Hasta dónde se debe permitir “el hacer algo bonito”?
ResponderEliminarEn realidad es un tema difícil de tocar, y quedo a la espera de la nueva entrada de Aldo. No obstante, quería dejar unas ideas personales, las cuales se las comento a mis alumnos para tratar de ver este sentir relacionado al tema estético nacional (huachafo).
Cuando un cliente me solicita un techo Californiano (techo inclinado con tejas… no quedando satisfechos, le agregan vigas falsas de madera, entre otras…). O por ejemplo solicitar una Chimenea en Piura, o algo de esa magnitud. Lo único que entiendo es identificarse con una determinada cultura y querer imitarla en todo ámbito, este hecho se convierte en una cursilería más que muestra nuestra tendencia huachafa, la cual evidencia poco conocimiento del tema tratado.
El uso de ejemplos cotidianos, quizás, nos puede servir para visualizar mejor estas necesidades culturales. Uno de esos ejemplos lo vi un mañana en la calle. Vi pasar un Volkswagen escarabajo (de los antiguos), con un magnífico alerón a la altura del vidrio posterior. Luego, si analizamos para que sirve el alerón: para evitar que el auto se levante de la pista por efectos del viento, cuando este va a mucha velocidad. Es claro que un Volkswagen Escarabajo estándar, nunca llegará a una velocidad como para requerir de un alerón y es por ello que los modelos no incluían dicho accesorio. Retomando el tema, estamos frente a un hecho donde el usuario comete una interesante aberración, producto de una evidente ignorancia generalizada. Lo mismo sucede con la arquitectura cuando un cliente solicita algo incoherente, al momento de desarrollar un proyecto arquitectónico. Este tipo de sucesos pretende “subjetivizar” algo definitivamente objetivo, y está en nuestro deber profesional evidenciarlo y no cometer errores de esa magnitud. Al final, el cliente es libre de hacer lo que quiera, pero profesionalmente no deberíamos estarlo.
Ejemplos similares, pero ajenos a los términos profesionales de nuestro rubro, lo vemos en eventos culturales tradicionales. En navidad, por ejemplo, solemos beber chocolate espeso y muy caliente en pleno verano… y la navidad es una fiesta muy bonita…con un Papa Noel disfrazado con vestimenta de invierno y encima del Polo Norte… en fin, hay muchos ejemplos similares y seguramente habrán muchos más en el futuro.
Para finalizar y esperando no haberlos cansado, creo que el punto profesional importante gira en torno a no ver un resultado arquitectónico como algo “bonito o feo”, la arquitectura tiene que ser funcional (si no lo es una escultura) y muy objetiva, ya que si no es objetiva podría llegar a ser cualquier cosa.
Me parece interesante este foro que se ha iniciado, sugiere e invita vertir expresiones de interés. La arquitectura es arte y ciencia a la vez, es funcional y estética- de acuerdo a ciertos criterios de la moda y/o convencionalismos culturales. Me ha pasado siempre que algún cliente me solicita un proyecto de acuerdo a sus necesidades y luego viene el "maestro de obra" y lo convierte en algo totalmente diferente. Muchos clientes no están acostumbrados a pagar la "supervisión" aunque según la legislación (ley 29090) estamos en el derecho de incluirla en nuestro presupuesto, pues muchas veces he firmado como "responsable de obra" y he podido vigilar de cerca que los planos concuerden con lo que se está construyendo. Es necesario tener presente siempre que "muchas veces pueden haber cambios inesperados", sino fijense en Gaudi y la Sagrada Familia, cada día tomaba decisiones que podía cmabiar la faz al proyecto... Saludos
ResponderEliminarM. Cs. Arq. Gerardo Regalado R.
Estimado Gerardo, gracias por escribir. Sobre lo que indicas, considero que si firmamos por supervisión de obra tenemos todo el derecho de cobrarlo y el deber de hacerlo. Ahora, si el cliente decide precindir de nuestros servicios esto deberá quedar por escrito para protegernos de posibles complicaciones legales. Nnuestra profesión es poco valorada, al menos en Perú, se busca al "arquitecto" por el precio y no buscando calidad, optando muchas veces por un dibujante o un maestro de obra. EL tema es que nos hemos separado de esa "realidad" a la que queremos atender. Los costos que manejamos son relativamente altos, porque tenemos poco volumen de proyectos. Si (por ejemplo) en vez de hacer una casa por mes hiciéramos 5, ¿no bajarían nuestros costos?, bueno, ese tipo de enfoque debe aplicarse desde el Colegio de Arquitectos que es el ente regulador de la profesión. Necesitamos con urgencia tablas de honorarios y un sistema que acerque a la profesión a la gran masa poblacional. ¿Gabinetes técnicos avalados por el CAP?... muchas ideas pueden surgir, lo que es un hecho es que nos estamos quedando con un porcentaje muy bajo de la población y dado el volumen de profesionales que somos deberíamos buscar atender a muchos más.
ResponderEliminar¡Saludos!