21 de febrero de 2013

EL CEMENTERIO DEL BOSQUE

Erik Gunnar Asplund + Sigurd Lewerentz
Enskede, Estocolmo - Suecia. 1915

Por Carlos Candía para HABITAR


Foto: Sandro Maggi / Silvia Checo





























La Capilla de la Sagrada Cruz y el complejo del Crematorio
Carlos Candia


En 1915 se realiza un concurso para proyectar un cementerio en Enskede, un extenso bosque natural al sur de Estocolmo. Eric Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz lo ganan proponiendo conservar la foresta existente, superponiéndole un sistema de caminos y senderos que vinculan varios puntos singulares que construyen un relato. Asplund y Lewerentz indagan en las tradiciones escandinavas y cristianas logrando una ajustada síntesis entre ambas. Para ello trabajan con elementos que tienen connotaciones simbólicas para las dos culturas: el árbol, el agua y la montaña.

El árbol
El bosque como espacio sagrado, lugar de rituales, ofrendas y sacrificios, se vincula con los diversos significados que toma la figura del árbol: es el nexo entre el mundo subterráneo, la tierra y el cielo (el mundo de los Muertos, el mundo del Hombre, el mundo de los Dioses) tanto en la mitología escandinava como en la judeo-cristiana. Llamado Yggdrasil por los antiguos pueblos nórdicos, el árbol cósmico es un fresno que hunde sus raíces hasta el centro de la tierra, donde se encuentra el infierno; y alza sus ramas hasta el mismísimo cielo, cubriendo el Palacio de los Dioses, cerca del Valhalla.

Por otro lado, el árbol de la vida es un símbolo frecuente en el arte románico y es nombrado en el Zohar hebreo, donde se dice que “…se extiende desde lo alto hacia abajo y el sol lo ilumina enteramente”. Por último, de un árbol se desprende el fruto (el conocimiento) que provocó la caída del Paraíso de Adán y Eva en el Antiguo Testamento. También es el madero de la cruz de Cristo para el cristianismo.

Debido a su condición de elemento vertical, al árbol se lo asocia a la escalera o a la montaña; incluso esta característica lo vincula a la idea de eje del mundo. Del tronco del árbol se desprende la columna, elemento que tiene un protagonismo central las capillas que jalonan el cementerio.

El agua
Aparece como dadora de vida en las leyendas nórdicas y como medio de purificación e iniciación a los misterios de la fe en el bautismo cristiano. El bautismo está simbólicamente asociado a “…la muerte, la vida, el entierro y a la resurrección”, según San Juan Crisóstomo. En contraposición al carácter masculino (vertical - fálico) del árbol, el agua, asociada a las superficies horizontales, se vincula con la figura de la mujer, con el origen de la vida. También, debido a sus cambios estacionales, señala el paso del tiempo.

La montaña
En las culturas más antiguas la montaña aparece como lugar doblemente sagrado: su base como sitio de enterramiento y su cima como lugar donde erigir los templos que harían las veces de nexo entre el Hombre y sus Dioses. Las montañas han sido desde tiempos remotos lugares de culto: desde los espacios sagrados en culturas más primitivas a la morada de los Dioses en la

Grecia clásica (el monte Olimpo, la Acrópolis de Atenas). Las pirámides en Egipto y en Centroamérica, los zigurats en Mesopotamia y las stupas indias son “montañas artificiales” para acercarse a los dioses. En este mismo sentido, las tumbas bajo colinas artificiales (túmulos) tienen una larga tradición en las culturas germanas.

Las capillas y el atrio
El complejo del Crematorio, realizado por Asplund en sus últimos años (1935/40), está formado por varios edificios sutilmente relacionados que se encuentran al pie de una colina artificial y a un lado de un pequeño estanque: dos capillas menores, la capilla mayor, el crematorio y un gran atrio porticado.

Como en muchas obras de Asplund, la forma de aproximarse al edificio es un tema en sí mismo: se llega a pie por un sendero ascendente de lajas de granito como una vía romana, unos muros bajos y unos pequeños patios nos reciben y articulan la presencia de los edificios con la pradera desnuda, al pie de la colina de la arboleda del recuerdo. El atrio funciona como foco para el caminante y una cruz de granito, único símbolo cristiano claramente visible, nos escolta por uno de los lados.

La planta revela una estudiada secuencia de patios, senderos, muros bajos y jardines. Finalmente, un gran espacio cubierto, el atrio techado que antecede a la capilla mayor, el punto de reunión de los deudos. Los edificios se unifican mediante un revestimiento en piedra. Su silueta predominantemente horizontal se equilibra con los elementos verticales como las chimeneas del crematorio y los troncos de los árboles.

El atrio es totalmente autónomo y se encuentra físicamente desvinculado de la nave de la capilla. Esta autonomía se ve reforzada porque su superficie duplica a la del espacio cerrado. Podemos decir que estamos en presencia de una pequeña plaza techada.

El perímetro del atrio recuerda a un templo clásico, pero la sección de las columnas es cuadrada y no hay rastros de basamentos, capiteles o ninguno de los elementos que componen los sistemas clásicos. Las columnas y las vigas forman un todo, haciendo explícita la naturaleza abstracta de la estructura. El uso del sistema porticado le resta autonomía a las columnas y desdibuja sin suprimir la relación de este espacio con el bosque. Pevsner revela algunas coincidencias entre el espacio del atrio y el proyecto del Danteum de Giuseppe Terragni, donde la conjugación entre clasicismo y purismo alcanza un alto grado de refinamiento.

En contraste con el carácter moderno pero atemporal del perímetro porticado, la estructura vista de la techumbre en madera le da cierto aire arcaico que refiere a las construcciones escandinavas tradicionales, pero en un gesto de síntesis entre tradiciones, el techo funciona como el impluvium de las casas romanas: la cubierta, sostenida por los pórticos revestidos en piedra, se inclina hacia adentro y deja caer el agua de la lluvia o la nieve por el espacio central abierto. El agua, dadora de vida, mensajera del paso del tiempo, salpica el piso levemente curvo y discurre hacia el perímetro, como en el óculo del Panteón romano. También se establece un diálogo entre las columnas del espacio central del atrio y la próxima arboleda del recuerdo que corona la colina vecina. Ambos espacios de diversa naturaleza se complementan ajustadamente.

En la Capilla de la Sagrada Cruz, la envolvente conforma una suerte de curva uterina trazada tal grado de libertad tal que podríamos decir que en planta y en corte, estructura y espacio se funden en uno solo de manera orgánica. La forma de útero de la planta de la Capilla refiere al origen de la vida y a la resurrección.

El espacio sagrado
Las referencias formales que había en el atrio de la capilla de la Resurrección de Lewerentz e incluso en la pequeña Capilla del Árbol de Asplund (las otras capillas del cementerio) en este templo han sido dejadas de lado para construir un espacio cuya calidad, trabajada a partir de la luz, los materiales, las proporciones y las texturas, evoca lo sagrado de un modo más complejo, menos evidente. El espíritu del bosque aún pervive en el espacio techado por madera del atrio. En las columnas del pórtico resuenan los ecos de los troncos y el espacio central abierto, como un claro entre los árboles, nos pone en contacto directo con las manifestaciones de la naturaleza. El viejo bosque de los rituales escandinavos, los antiguos túmulos y el agua están hoy presentes, logrando en una sola obra combinar los ritos funerarios de la tradición nórdica en un conjunto de carácter moderno pero dotado un despojado clasicismo.






 








Foto: Carlos Candia


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