15 de noviembre de 2012

CEMENTERIOS INFORMALES EN LIMA

Los cementerios informales como una manifestación específica de una realidad general: La respuesta espontánea y progresiva ante una carencia de equipamientos y servicios.
Lima, Perú - 2012

Elisabet Olivares Zapiain, arquitecta






 






















“… las barriadas y los barrios populosos  convertidos en crisoles  que fusionan las distintas tradiciones regionales se convierten en focos poderosos de un nuevo mestizaje de predominante colorido andino, generando estilos de cultura, opciones económicas y sistemas de organización…”

Matos Mar, Desborde Popular y Crisis de Estado (1984)


 

Los movimientos migratorios sucedidos en el Perú desde el interior del país hacia la ciudad de Lima, iniciados en los años 40-50 (*1), supusieron cambios estructurantes para una urbe incapaz de asumir el activo proceso de urbanización y de atender a las nuevas necesidades de vivienda surgidas. Dichos cambios sentaron las bases de nuevas dinámicas urbanas enfrentadas con lo institucional, desbordado ante los acontecimientos y sumido en una profunda crisis (*2). Los pobladores asumieron la iniciativa y comenzaron a tratar de hallar respuesta a las carencias que encontraban. Los pueblos jóvenes se convirtieron, con todas sus dificultades, en la principal alternativa para miles de personas, y con los años se ha terminado convirtiendo en la tendencia mayoritaria de crecimiento para la ciudad.




 






















Los pobladores, a través de sistemas internos de autoorganización, comenzaron a invadir terrenos baldíos, principalmente de carácter público, tratando de establecer en ellos “semillas” de vivienda delimitando su nueva propiedad, a través de métodos rápidos, fáciles y ligeros, como cuatro esteras amarradas entre sí. Si bien las instituciones públicas trataron de contener inicialmente el fenómeno, la escala y profundidad del mismo obligaron a un cambio de actitud ante la falta de reacción y soluciones frente a la carencia generalizada de vivienda.

El tiempo permitió a las siguientes invasiones aprender de sus predecesoras, adelantándose a los acontecimientos e incorporando nuevas medidas urbanas a sus ocupaciones que posteriormente pudieran facilitar su legalización e incorporación al tejido formalmente reconocido de la ciudad.

























 


La no posibilidad de acceso a una hipoteca por parte de estas familias, convirtió a su propia vivienda en un sistema de ahorro continuo y progresivo. El desarrollo de cada una de las unidades de vivienda depende del desarrollo social, económico y familiar de cada uno de sus pobladores, del mismo modo que la consolidación y el proceso de cada unidad, determina el crecimiento de la ciudad en su totalidad.

Esta ciudad resultante comparte patrones y dinámicas internas, estrategias de agregación y escala dentro de un proceso temporal de consolidación progresiva, donde aparecen espontáneamente, a través de sus propios pobladores, servicios y ofertas de acuerdo a la demanda y a las necesidades. Un sistema flexible que, dentro de sus muchas carencias, trata de adaptarse rápidamente, vinculando oferta y demanda de servicios.





























Al igual que las viviendas de esteras comenzaron como una alternativa inevitable ante la carencia de vivienda, los pobladores tuvieron que buscar, dentro de sus posibilidades, métodos alternativos a los equipamientos públicos inexistentes. De ese modo aparecieron los comedores populares, los wawawasis o los cementerios informales. 

Los cementerios informales aparecen por tanto espontáneamente, como una necesidad no atendida. Localizados en zonas próximas a las invasiones, pero diferenciadas espacialmente de las zonas de vivienda, al menos inicialmente, ocupan normalmente los fondos de saco de las quebradas invadidas. 


 
























Tanto en los aspectos estéticos como en los patrónes de ocupación de los cerros, las dinámicas internas del cemeterio han asumido espontáneamente los patrones de crecimiento de las invasiones en sus zonas residenciales. Ambos tejidos están sometidos a un proceso temporal de consolidación progresiva, tanto a nivel de escala general, como a nivel particular de cada una de las unidades, bien viviendas bien tumbas, identificándose distintas etapas comunes: Primero la ocupación del terreno; y luego, una mejora progresiva tanto en lo cualitativo, en los materiales, como en lo cuantitativo, creciendo en altura y ocupación del suelo, asociados ambos a un desarrollo social y económico de las familias. Dicha consolidación paulatina es consciente y premeditada, planificada desde un principio con la aspiración de poder mejorar sus condiciones a lo largo del tiempo.

Las primeras ocupaciones de las tumbas son por tanto preparadas para las sucesivas ampliaciones ya tomadas en previsión, cual segundo nivel de una vivienda particular, de acuerdo a los recursos de cada una de las familias.


 

























Y al igual que los espacios públicos de la ciudad son contenedores de la vida y costumbres de los habitantes, estos cementerios funcionan como ese espacio común a la diversidad de cada uno de los pobladores, especialmente el Día de loa Difuntos, 1 de noviembre. 

Las tradiciones serranas que, a través del sincretismo cultural entre la religión cristiana y sus creencias previas propias, manifiestan una relación con los muertos distinta a la católica convencional, inundan con festejos populares los cerros cubiertos de tumbas, decoradas con colores, flores y globos. Los pobladores visitan a sus fallecidos, a “sus muertitos”, y les ofrecen músicas, cantos y tradiciones propias de sus lugares de origen, convirtiendo el cementerio en un concierto de costumbres venidas de todo el pais. Tantahuahuas, danzantes de tijeras y huaynos. Ayacucho, Puno, Huancavelica o Cuzco.






























Y junto a esta particular apropiación del espacio común a través de las manifestaciones culturales propias de sus pobladores, también se traslada al cementerio, por un día, las dinámicas de servicios urbanas de los pueblos jóvenes, con toda la oferta de servicios espontánea que les caraceteriza, para cubrir todas y cada una de las demandas, si bien es cierto que algunas de ellas, con bastante precariedad.
 
Transporte jerarquizado: Combis, buses y taxis hasta la puerta del cementerio, mototaxis en el interior.
Servicios higiénicos
Comidas:Dulces (algodón dulce, mazamorra…), saladas (papa rellena, anticuchos…)
Bebidas: Chicha morada, cervezas y refrescos
Ofrendas: Tantahuahuas, Globos, Flores, Velas, Fósforos…
Servicio de pintado de tumbas (verde, azul, rosa, blanco…)
Músicas: Cuartetos de viento (saxos, trombón, trompeta) con y bombo, arpa y violín, cantos
Danzas: Danzantes de tijeras, acompañados de arpa y violín.




  



















Todos estos servicios terciarios, cubren, con todas sus carencias y precariedades, un gran abanico de demandas ante la inexistenica de una oferta alternativa formalizada, desde lo más pragmático, como el transporte o los servicios higiénicos, hasta lo cultural, como las agrupaciones de música o danza. 




 























Con el paso del tiempo, la consolidación de uso y escala ha derivado en que, al igual que los tejidos residenciales inician procesos de regularización y legalización progresiva, los cementerios hayan comenzado a ser considerados por las municipalidades, tratando de iniciar pequeñas gestiones de control y coordinación, si bien la ocupación progresiva y espontánea del cerro a través de las tumbas continua su proceso.

    


























En una ciudad como Lima, donde este tipo de tejido urbano supone más de la mitad de su totalidad, esta realidad debe convertirse en una prioridad para arquitectos y urbanistas, que, debiendo negar la tabula rasa, deben conocer su proceso y desarrollo, sus parámetros y dinámicas, para tratar de empezar a aportar soluciones que, conservando las particularidades intrínsecas, sociales, culturales y urbanas de estos tejidos, consigan mejorar las condiciones de vida de tantos millones de pobladores, en dirección a una ciudad más equilibrada, justa y de calidad para todos.

 


































*1 Según el antropólogo peruano José Matos Mar en su libro “Las barriadas de Lima, 1957” (IEP, Lima, 1966), los primeros antecedentes de lo que denominamos hoy como pueblo joven son fechados en los años 20-30 (Armatambo-1924, Puerto Nuevo-1928, Mendocita-1931, Leticia-1933). Sin embargo, las primeras en suponer gran impacto mediático y urbano comenzaron a mediados de los 40 y la década de los 50 (San Cosme-1946, El Agustino-1947).
*2 “Desborde popular y crisis del Estado” (1984), José Matos Mar

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