19 de noviembre de 2012

MUSEO DE SITIO CAO

Complejo Arqueológico "El Brujo" Trujillo, Perú.  2007-09
 

"La idea del Museo Cao nace de una búsqueda personal por una comprensión estética de las culturas asentadas en la Costa Norte del Perú. El manejo de la dualidad, con sus elementos de claroscuro, llenos y vacíos, el emplazamiento de sus construcciones en el territorio y la materialización de su mundo cosmogónico fueron el punto de partida para una nueva propuesta que pretende establecer nuevos parámetros sensoriales de percepción y de relación tanto en su interior como en su exterior." Claudia Uccelli


 

























Por Cristina Dreifuss 
El proyecto del Museo de Sitio Cao parte una premisa de diálogo con un paisaje sumamente particular: el desierto norte del Perú; y con una condición histórica gravitante: la presencia de un gran sitio arqueológico cuya relevancia dentro de la historia prehispánica del Perú ha aumentado a raíz de descubrimientos recientes.

En un entorno árido, interrumpido por algunos leves accidentes geográficos y, de manera notable, por los restos arqueológicos de hasta 5000 años de antigüedad, el nuevo proyecto del museo busca una identidad propia a través de una arquitectura que quiere ser topografía, al proponer una suerte de mímesis con el paisaje, pero sin perder de vista su propia esencia volumétrica y material con el fin de mantener una presencia tangible, frente a la sorprendente grandeza del lugar y de las edificaciones prehispánicas.

El museo se encuentra cercano a la Huaca Cao, una gran estructura de tierra y adobe que, recientemente, ha sido cubierta de manera parcial por una estructura tensionada que sigue la forma del montículo, con el fin de proteger las pinturas murales descubiertas. Esta cobertura constituye una primera intervención en el paisaje que gravita, hasta cierto punto, en el diseño volumétrico del reciente museo.

El edificio del Museo de Sitio Cao ha sido articulado en base a cinco módulos distintos que, por un lado, permiten configurar espacios interiores y exteriores con diversos niveles de relación con el sitio arqueológico y, por otro lado, como la arquitecta Claudia Uccelli plantea, permitirán que el museo continúe creciendo. 

La forma final del museo, aparentemente irregular, el es resultado de la voluntad de fomentar las relaciones visuales desde el sitio que ocupa hacia la Huaca Cao y la Huaca Rajada. Los quiebres de la volumetría, la separación del conjunto en distintos pabellones y el planteamiento de las zonas exteriores potencian dichas visuales. Al interior del proyecto, la falta de regularidad hace que la relación con el entorno sea difícil de prever y este factor sorpresa enriquece la experiencia de descubrimiento del lugar. El museo no sólo permite al visitante un recorrido interesante en sí mismo, sino que se plantea como una herramienta de descubrimiento del entorno existente alrededor.

Esta misma sensación se da al interior del museo, donde las diferentes habitaciones que albergan las piezas son planteadas como un espacio fluido que, por medio de cambios de altura y vanos, logran que la puesta museográfica se perciba como un solo gran recorrido sin interrupciones. 

El guión museográfico planteado al interior del proyecto lleva al visitante a vislumbrar lo que viene más adelante sin percibirlo del todo. Esto fomenta el constante descubrir y establece una relación de continuidad entre las piezas expuestas en el museo; dichas piezas son colocadas considerando su valor formal y la arquitectura se plantea como un soporte que resalta sus características intrínsecas.

La idea del descubrimiento es acentuada con el uso de la luz natural, directa e indirecta, y la ocasional oscuridad exigida por la puesta museográfica. El cambio de iluminación y la irregularidad de la volumetría colaboran a la sensación de fluidez del espacio arquitectónico.

Finalmente el juego de rampas y las inclinaciones de las cubiertas trasladan dicha fluidez espacial a las secciones del edificio. Al mismo tiempo se establece un paralelo entre la volumetría del museo y la topografía de la zona, caracterizada por suaves desniveles en los que se emplazan los restos arqueológicos.

A pesar de la voluntad de diálogo con el contexto a través de la volumetría y la inserción de visuales hacia los restos arqueológicos, el tratamiento exterior e interior, en el que el concreto expuesto es el material principal, consigue que el edificio destaque dentro de la aridez del lugar. La elección del material permite una diferenciación de la obra nueva frente al entorno natural y a las edificaciones en tierra, pero no logra un contraste que aliene al nuevo edificio de su entorno. La textura del concreto expuesto otorga a las superficies una modulación no muy distinta a la que podemos distinguir en los muros de adobe y tapial de los edificios prehispánicos. 

En el medio local, los nuevos edificios de museos de sitio, construidos en cercanía a lugares arqueológicos relevantes, suelen apuntar a supuestos valores tradicionales de la arquitectura local. Es así que son muchas las construcciones de este tipo en lo que se imitan formas de la arquitectura vernácula o se reinterpretan las huacas y sitios arqueológicos a los que aluden.

La propuesta de Claudia Uccelli plantea un punto de partida distinto al proponer un diálogo no a través de la imitación, la reinterpretación o incluso un mal entendido historicismo. Su propuesta parece buscar un regreso a las raíces constructivas de la zona; esto lo logra al tomar como punto de partida al sitio geográfico como referente y al plantear formas y espacios arquitectónicos que surjan de este sin por ello perder su autonomía arquitectónica.

La solución formal, entonces no será la reinterpretación de un montículo de tierra, ni una repetición de la arquitectura local reciente o pasada, sino un diálogo contemporáneo en el que la forma y el significado se prestan a interpretaciones diversas y, sobre todo, libres.
Al mismo tiempo, dicha solución formal, fuertemente enraizada en el lugar, plantea un diálogo con las estructuras antiguas a modo de acompañamiento. Este diálogo marca las diferencias de períodos y estilos y, finalmente, plantea la obra como una pieza más dentro de la continuidad de una producción arquitectónica que, iniciada tantos siglos atrás, debe continuar desarrollándose hacia el futuro.













 








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