Comparto con ustedes una provocadora nota publicada el día de hoy en el suplemento de arquitectura del diario "El Clarín" referida al reciente concurso para el Museo de Arte Contemporáneo en Mar del Plata. La considero interesante por dos principales razones: es una dura crítica a los organizadores, jurado y premiados, y evidencia la necesidad de repensar los conceptos tradicionales de este tipo de edificios a partir de la evidente evolución de la sociedad a la que se deben.
No comparto la consideración de los autores en cuanto señalan que la arquitectura de Mies van der Rohe, Le Corbusier, Wright y Aalto carece de vigencia en nuestros tiempos; si bien no son lo "último" (refiriéndome a la acepción de temporalidad) en arquitectura, considero -como lo he señalado en diversas oportunidades- que el modo de abordar la necesidad de edificar partiendo de la lectura abstracta del lugar y el programa en combinación con la tecnología de las construcción y rigor estructural es el modo como se debe hacer arquitectura, tal cual lo propusieron y trabajaron los mencionados arquitectos. En ese sentido, no considero que Clorindo Testa sea un arquitecto que deba señalarse como modelo.
Tampoco comparto el pensar que los valores de las Vanguardias Artísticas de inicios del S.XX estén superadas y deban ser consideradas "arte del siglo pasado", en lo que si estoy de acuerdo es que, a diferencia de la arquitectura, el arte contemporáneo ha incorporado otras lecturas que han enriquecido y redireccionado el sentido del arte mismo hacia un fin además de estético con implicancia social.
Estoy de acuerdo que las nuevas formas de Arte necesitan repensar los edificios diseñados para contenerlas, y que un proyecto que lleva el título de "Museo de Arte Contemporáneo" debe al menos tener en cuenta eso: el Arte Contemporáneo.
Espero hallen el texto interesante o cuanto menos motivador.
Aldo Facho Dede
Marcos Calvari, Leonardo Jáuregui, Leandro Zapata.
Diario El Clarín - Suplemento de Arquitectura
Martes 08 de septiembre de 2009
El arte, digamos que a partir de la década de 1980, ha dado lugar a diferentes manifestaciones que poco o nada tienen que ver con la modernidad. Cada goce que provoca la democratización de las diversas disciplinas deja inevitablemente a un lado a los artistas tocados con la varita mágica, autores de obras faraónicas, descomunales, sublimes.Gracias a los nuevos medios (programas de pc, materiales de desecho, fotografía digital, etcétera) casi cualquier persona que se lo proponga puede lograr una obra coherente, siendo testimonio de nuestro presente una producción que no pretende una adicción al triunfo, reivindicándose constantemente a partir del "do it yourself" (hazlo por ti mismo: manifiesto postpunk). Por suerte se ha olvidado la vanidad que ostentaba el gran genio creador que ponía magistralmente en un lienzo su última pincelada, para pasar a una estética efímera, esquizofrénica, multifacética, heterogénea y menos pretenciosa. Justamente, los diversos organismos que hoy legitiman arte contemporáneo (museos, galerías, ferias y subastas de arte) pretenden una producción que poco tiene que ver con Picasso, la Bauhaus o Le Corbusier.
Entendamos que a partir de Duchamp, Fulano Artista tiene un éxito inmediato que dura hasta que llega Mengano Artista con algo más brillante, renovador y pomposo. Entonces, si la arquitectura es quien desarrolla soportes que sirven como manto de estas instituciones, debemos entender que re-presentar el telón de fondo de las manifestaciones actuales no significa tomar como referentes a personas que vivieron en la década de 1930 (tal como un acto de escuela, con escenografías de un mundo ideal hechas de cartón pintado). Estamos en el siglo XXI.Ni el Corbu, ni Mies, ni Aalto, ni Wright son el exponente de la arquitectura de nuestro tiempo (esto no quiere decir que no hayan evidenciado su época de forma maravillosa). Ni Mondrian, Dalí, Magritte o Kandinski son reflejo de nuestro arte actual.Ni Pollock (como aparece en una de las láminas del museo ganador), ni Berni (como apareció publicado en un diario local) ni Le Corbusier (como dicta la memoria del 3° Premio) son parte de este testimonio.
De esta forma nunca tendrán cabida exponentes como Guillermo Kuitca, Jorge Macchi, Gabriel Orozco, Rodrigo Alonso (artistas contemporáneos), Nicholas Bourriaud, Arthur Danto (teóricos de arte contemporáneo) o Santiago Cirujeda, Andrés Jaque, Eduardo Castillo, Grupo Talca o Ciudad Abierta (arquitectos) por nombrar algunos. Creemos que la arquitectura es el testimonio de lo inevitable. Pese a quien le pese, debe formar parte de un legado a las generaciones futuras, en pos de una exaltación del aquí y ahora. Y esto no se logra refiriéndonos constantemente a personajes varados en la historia, o desencajados de nuestra geografía. El arte moderno no es arte contemporáneo. Un edificio moderno no es un edificio contemporáneo.Cuando miramos lo más despiertos posible las imágenes de los premios del Museo Provincial de Arte Contemporáneo, se nos entrecruza una especie de confusión acerca de la "aparente teatralidad" con que defienden sus trabajos.
Quizás porque explican lo mismo que se podría ver en los planos, sumiéndose en la más confortable conservaduría, o quizás porque pretenden algo que se aleja progresivamente de la sensatez: un museo que se plantea (desde las bases) con luces descomunales en las salas, en un terreno maravilloso (para los arquitectos), con un balance de superficies entre los ambientes un poco excéntrica.Un museo que se pretende llenar con obras de grandes dimensiones (faraónicas, descomunales, sublimes) de artistas de la Provincia de Buenos Aires (como se dijo en una radio local), y además de todo contemporáneos: eso quiere decir, como mínimo, desde 1980 hasta nuestros días. ¿Cuántos habrá que reúnan estas condiciones? Una selección maravillosamente vertiginosa (se tardaron 2 días para seleccionar más de 200 trabajos, a razón de 7 láminas de 84,1 x 118,9 centímetros cada una). A 12 horas por día, da algo así como 60 segundos por lámina. Todo un récord.
El arte contemporáneo, entonces, nos maravilla con una obra que se regocija en el Palacio de Tokio (ampliación de Lacaton & Vassal), en la obra de Mauricio Pezo, en las preciosidades de Clorindo Testa o en la sensatez de Solano Benítez. Y pretende, eso sí, lo que muchas veces se dice bajito... temerosamente... "El concurso de este Museo implica en sí mismo una actitud coherente para con la arquitectura actual, concebida como ámbito espacial auspicioso para el desarrollo del conocimiento del Arte Contemporáneo. (Bases del MPAC, pág. 10. ¿?) Muy "lindos" los museos. Demasiado.
Para ver la nota en la web de Clarín visitar el siguiente vínculo:
www.clarin.com/suplementos/arquitectura
No comparto la consideración de los autores en cuanto señalan que la arquitectura de Mies van der Rohe, Le Corbusier, Wright y Aalto carece de vigencia en nuestros tiempos; si bien no son lo "último" (refiriéndome a la acepción de temporalidad) en arquitectura, considero -como lo he señalado en diversas oportunidades- que el modo de abordar la necesidad de edificar partiendo de la lectura abstracta del lugar y el programa en combinación con la tecnología de las construcción y rigor estructural es el modo como se debe hacer arquitectura, tal cual lo propusieron y trabajaron los mencionados arquitectos. En ese sentido, no considero que Clorindo Testa sea un arquitecto que deba señalarse como modelo.
Tampoco comparto el pensar que los valores de las Vanguardias Artísticas de inicios del S.XX estén superadas y deban ser consideradas "arte del siglo pasado", en lo que si estoy de acuerdo es que, a diferencia de la arquitectura, el arte contemporáneo ha incorporado otras lecturas que han enriquecido y redireccionado el sentido del arte mismo hacia un fin además de estético con implicancia social.
Estoy de acuerdo que las nuevas formas de Arte necesitan repensar los edificios diseñados para contenerlas, y que un proyecto que lleva el título de "Museo de Arte Contemporáneo" debe al menos tener en cuenta eso: el Arte Contemporáneo.
Espero hallen el texto interesante o cuanto menos motivador.
Aldo Facho Dede
Marcos Calvari, Leonardo Jáuregui, Leandro Zapata.
Diario El Clarín - Suplemento de Arquitectura
Martes 08 de septiembre de 2009
El arte, digamos que a partir de la década de 1980, ha dado lugar a diferentes manifestaciones que poco o nada tienen que ver con la modernidad. Cada goce que provoca la democratización de las diversas disciplinas deja inevitablemente a un lado a los artistas tocados con la varita mágica, autores de obras faraónicas, descomunales, sublimes.Gracias a los nuevos medios (programas de pc, materiales de desecho, fotografía digital, etcétera) casi cualquier persona que se lo proponga puede lograr una obra coherente, siendo testimonio de nuestro presente una producción que no pretende una adicción al triunfo, reivindicándose constantemente a partir del "do it yourself" (hazlo por ti mismo: manifiesto postpunk). Por suerte se ha olvidado la vanidad que ostentaba el gran genio creador que ponía magistralmente en un lienzo su última pincelada, para pasar a una estética efímera, esquizofrénica, multifacética, heterogénea y menos pretenciosa. Justamente, los diversos organismos que hoy legitiman arte contemporáneo (museos, galerías, ferias y subastas de arte) pretenden una producción que poco tiene que ver con Picasso, la Bauhaus o Le Corbusier.
Entendamos que a partir de Duchamp, Fulano Artista tiene un éxito inmediato que dura hasta que llega Mengano Artista con algo más brillante, renovador y pomposo. Entonces, si la arquitectura es quien desarrolla soportes que sirven como manto de estas instituciones, debemos entender que re-presentar el telón de fondo de las manifestaciones actuales no significa tomar como referentes a personas que vivieron en la década de 1930 (tal como un acto de escuela, con escenografías de un mundo ideal hechas de cartón pintado). Estamos en el siglo XXI.Ni el Corbu, ni Mies, ni Aalto, ni Wright son el exponente de la arquitectura de nuestro tiempo (esto no quiere decir que no hayan evidenciado su época de forma maravillosa). Ni Mondrian, Dalí, Magritte o Kandinski son reflejo de nuestro arte actual.Ni Pollock (como aparece en una de las láminas del museo ganador), ni Berni (como apareció publicado en un diario local) ni Le Corbusier (como dicta la memoria del 3° Premio) son parte de este testimonio.
De esta forma nunca tendrán cabida exponentes como Guillermo Kuitca, Jorge Macchi, Gabriel Orozco, Rodrigo Alonso (artistas contemporáneos), Nicholas Bourriaud, Arthur Danto (teóricos de arte contemporáneo) o Santiago Cirujeda, Andrés Jaque, Eduardo Castillo, Grupo Talca o Ciudad Abierta (arquitectos) por nombrar algunos. Creemos que la arquitectura es el testimonio de lo inevitable. Pese a quien le pese, debe formar parte de un legado a las generaciones futuras, en pos de una exaltación del aquí y ahora. Y esto no se logra refiriéndonos constantemente a personajes varados en la historia, o desencajados de nuestra geografía. El arte moderno no es arte contemporáneo. Un edificio moderno no es un edificio contemporáneo.Cuando miramos lo más despiertos posible las imágenes de los premios del Museo Provincial de Arte Contemporáneo, se nos entrecruza una especie de confusión acerca de la "aparente teatralidad" con que defienden sus trabajos.
Quizás porque explican lo mismo que se podría ver en los planos, sumiéndose en la más confortable conservaduría, o quizás porque pretenden algo que se aleja progresivamente de la sensatez: un museo que se plantea (desde las bases) con luces descomunales en las salas, en un terreno maravilloso (para los arquitectos), con un balance de superficies entre los ambientes un poco excéntrica.Un museo que se pretende llenar con obras de grandes dimensiones (faraónicas, descomunales, sublimes) de artistas de la Provincia de Buenos Aires (como se dijo en una radio local), y además de todo contemporáneos: eso quiere decir, como mínimo, desde 1980 hasta nuestros días. ¿Cuántos habrá que reúnan estas condiciones? Una selección maravillosamente vertiginosa (se tardaron 2 días para seleccionar más de 200 trabajos, a razón de 7 láminas de 84,1 x 118,9 centímetros cada una). A 12 horas por día, da algo así como 60 segundos por lámina. Todo un récord.
El arte contemporáneo, entonces, nos maravilla con una obra que se regocija en el Palacio de Tokio (ampliación de Lacaton & Vassal), en la obra de Mauricio Pezo, en las preciosidades de Clorindo Testa o en la sensatez de Solano Benítez. Y pretende, eso sí, lo que muchas veces se dice bajito... temerosamente... "El concurso de este Museo implica en sí mismo una actitud coherente para con la arquitectura actual, concebida como ámbito espacial auspicioso para el desarrollo del conocimiento del Arte Contemporáneo. (Bases del MPAC, pág. 10. ¿?) Muy "lindos" los museos. Demasiado.
Para ver la nota en la web de Clarín visitar el siguiente vínculo:
www.clarin.com/suplementos/arquitectura
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