Aldo Facho Dede
“Para hacer ver que los arquitectos importamos, hemos inventado la estrategia del shock. Durante más de una década los arquitectos han estado complicando respuestas para preguntas simples, cuando la estrategia a seguir debía haber sido la contraria: contestar de manera simple a una pregunta compleja”. ¿Quién es esta nueva promesa de la arquitectura? ¿De dónde sale? ¿Por qué fascina? ¿Qué ha hecho para prometer tanto? ¿Cómo llegó a ser jurado del Pritzker? Alejandro Aravena (Santiago de Chile, 1967) hablará esta semana en el Baluarte de Pamplona y dará un curso en Madrid. Ya habló en Santiago de Compostela y en Barcelona hace unos años. Para quienes no lo conozcan, vamos a tratar de presentarlo.
Desde su estudio, Elemental, Aravena ha firmado viviendas sociales revolucionarias que permiten cambiar y crecer, como cambian las situaciones y crecemos las personas. El asunto parece sencillo, pero nadie lo había hecho antes. En la Quinta Monroy, en lugar de construir una vivienda de 70 metros, el cliente concentra su dinero en los primeros 35. Pero deja la puerta abierta a la posibilidad de mejorar.
No todo su trabajo es de ambición grande y escala pequeña. Suyas son la Escuela de Medicina y las Torres Siamesas con el centro informático de la Universidad Católica de Chile. También ha dado el salto a Norteamérica y a Europa, ahora que levanta un edificio para el Campus de Vitra. Tras estudiar en Venecia y dar clase en Harvard, puso un pie en Estados Unidos, una zancada, al levantar una residencia universitaria en la Universidad de Austin (Texas). Más allá de su obra, él explica que es un arquitecto sin vida social y con vida corriente: “No voy a ningún lugar para hacer networking, buscando acceder a encargos por haber estado en reuniones sociales. Lo que me debe traer trabajo es la calidad de mis propios proyectos”. Y trabajo tiene. Defiende que, entre los arquitectos de su país, existe vida más allá del Club Chile. Para prueba, él mismo, que acaba de aterrizar en el Club Pritzker como nuevo miembro del jurado.
Explicaba Aravena, en el transcurso de una entrevista que aparecerá próximamente en Babelia, que aprender a esperar es algo intrínseco en quien ha crecido en un país como el suyo, Chile, cuya clase media ronda los 4.000 dólares per cápita. “Cuando yo era pequeño si tenías sed tomabas agua… no había más. Eso te obliga a solucionar tus problemas por la vía más directa. No la más pobre, la más directa. Eso te entrena para necesitar poco. Y cuando necesitas poco, en momentos complicados, tienes más libertad. Sobre todo cuando empiezas. No tienes que mantener los trabajos que te permiten pagar un estilo de vida. Aceptas sólo los que te parece que van a ser relevantes y te van a permitir crecer. Si necesitas pagar muchas cuentas al mes te pones la zancadilla a ti mismo”.
Sobre su experiencia en Harvard cuenta que “dar clase en Harvard te hace llegar a discutir con un ministro sin 200 llamadas ni 34 peticiones de audiencia. La primera vez que fui, me invitaron a un taller y durante una hora no entendí una palabra de lo que me estaban hablando. Recuerdo que no sabía ni a dónde mirar ni cómo sentarme. Les pedí que me lo explicaran como si yo fuera su madre y no fuera arquitecto. Les pedí que me lo dijeran en simple. Y la traducción del tipo fue que, en el fondo, estaban haciendo un puente para atravesar la autopista. “¿Entonces todos estos nudos y toda esta infraestructura es para eso?”, pregunté yo. La pregunta es: ¿Ocupa la honestidad toda tu obra?”
Ver nota completa: Blog del Tirador a la Ciudad
Página web de Alejandro Aravena
así directo al grano, al estilo aravena, gracias y salu2.
ResponderEliminarbuen blog
Gracias mrpink por tu comentario y por seguirnos. Muy bueno tu blog.
ResponderEliminarGracias también a Johann Palacios por avisarme que había cometido un error en el título de la nota. Ya lo he salvado.
¡Saludos a ambos!
Aldo Facho