8 de diciembre de 2008

AGRUPACIÓN ESPACIO - MANIFIESTO 1947

MANIFIESTO DE EXPRESIÓN DE PRINCIPIOS - 1947(1)

El hombre es un ser de su tiempo. Nace y vive dentro de los márgenes determinados de un proceso histórico. Pertenece a una etapa con vivencias y experimentaciones propias, concretas y especificas. Ante el pasado es un ser de reflexión y análisis, con problemas distintos que atender y nuevas incógnitas que despejar de un panorama en ritmo evolutivo. Su existir equivale a la expresión de un todo dentro de un minuto especial del universo. Es un tiempo y un espacio humanos, sobre un semejante tiempo y un semejante espacio cosmológicos.


El mundo contemporáneo trae al campo de la historia un cambio fundamental en todos los dominios del ser, del conocer y del actuar. Ante la actitud falsamente romántica y sentimental de etapas anteriores, el hombre vuelve a descubrir desde nuevos planos el equilibrio esencial de la naturaleza. Libre de manifestaciones puramente emocionales halla un nuevo sentido de sinceridad. Abandona las formas exteriores en su expresión escuetamente epidérmica y decorativa para tomarlas como productos de un fondo en comunicación con la sustancia. Olvida los convencionalismos académicos de un todo social jerarquizado en simple actitud de superficie, y se revela tocado de una angustia vital decididamente metafísica. Es decir, vuelve a encontrarse como valor humano primordial.

Entre el mundo de ayer y el mundo de hoy, se ha establecido el origen de la experiencia más honda de la historia; la génesis de un hombre nuevo y la elaboración de su mensaje.


El arte, como medio de manifestación integral y vivencia más propia de la naturaleza humana, resume e integra en casi su totalidad la comunicación del ser contemporáneo y se realiza para definirlo. En él se desarrolló todo un proceso espiritual y material, ya no como la historia objetiva y narrativa de un simple transcurrir de normas, sino como la realización cuidadosamente elaborada de estos procesos, por la actitud del hombre frente a ellos. El arte no expresa una forma en sí o por sí, sino el total de una experiencia humana ante los esenciales valores que integran el campo dinámico del ser.


La revolución esta iniciada a grandes distancias históricas por figuras extrañas al sentir de sus tiempos, pero llega a resolverse sólo en la segunda mitad del siglo XIX. El arte post-romántico, no es la terminación y cierre de un proceso ajeno y opuesto al modo de concepción actual; es el comienzo de una nueva etapa. En las resoluciones y extrañas inquietudes que continuaron la era del romanticismo, incidieron Manet, Cezanne, Debussy, Ravel, Rimbaud y tantos otros situados en el plano divisional de dos sensibilidades antagónicas, buscando los elementos y en cierto modo los eje funcionales que luego plasmarían una actitud definitiva a través de las obras de Picasso, Braque, Gris, Joyce, Gide, Vallejo, Archipencko, Maillol, Stravinsky, Bartok, Berg, Claudel, O'Neill y el resto de figuras ya específicamente contemporáneas.


La arquitectura, como arte de síntesis, producto de todos los conceptos básicos y primordiales de un tiempo a través de formas y volúmenes, ha sido -en el proceso actual- el último de los valores estéticos en revolucionarse. No obstante, este retraso ha obedecido a una razón categórica de esencia. Era necesario que la metamorfosis se realizara plenamente en todos los planos asequibles al hombre, para que la arquitectura concretase en sí, la fórmula total de un nuevo tiempo. Había transcurrido casi doscientos años de falsificación copia del pasado. Los estilos de los siglos XVIII y XIX, no fueron sino combinaciones arbitrarias y alteraciones perfectamente irresponsables de las esencias arquitectónicas antiguas. Un anti-arte, en el que lo decorativo, lo accesorio, lo intrascendente y lo superficial, sirvieron de base a mistificaciones vagas, como concepto de un estatismo objetivado, vació de interior y de resoluciones. Contra esta temática de exteriorismos y esta adulteración de ideas y conceptos, reacciona violentamente la arquitectura actual. El problema reside siempre al interior. Su planteamiento y su eliminación de incógnitas se traducen en un sentido verificado en el espacio, sólo como manera de enunciar la fórmula encontrada y definir en él a las esencias. De ahí el funcionalismo de la arquitectura de hoy. De ahí su existencia al margen de predeterminados estilos académicos. De ahí su proyección hacia el futuro, como encuentro de una concreto manifestación total, partiendo de las bases y expresando las íntimas sustancias.


La arquitectura contemporánea es índice fundamental de un tiempo. Resume los factores de un nuevo concepto universal. Ha vuelto a encontrarse con el hombre total liberándose del hombre fracción que lo mistifica.

El esfuerzo de creadores como Le Corbusier, Gropius, Van der Rohe, Niemeyer, Neutra, Wright y otros arquitectos actuales, se realiza ya en un tiempo y en un espacio dados, como esencia fundamental y origen del ser contemporáneo.

Desgraciadamente el Perú -más que cualquier otro país del mundo o acaso aliado de los que forman la zaga universal-, permanece indiferente, sin mayor inquietud ni iniciativa, al margen de los trascendentales actos de la revolución contemporánea. El hombre es expresión de su tiempo.
Debe resumir en si y en su obra, cualquiera que ella sea, la ansiedad, las inquietudes, los problemas y las resoluciones de su etapa. En el Perú, debemos afirmarlo, la desorientación y la apatía toman contornos alarmantes. Los artistas que deben ser conductores y guías de generación se pierden aún en uno temática folklórico -narrativa y escuetamente objetivada- o evolucionan a destiempo siguiendo la huella de antiguos y ya superados revolucionarios.

Uno que otra figura contemporánea y esencial, aislada y quizás perdido en nuestro panorama estético, no significa absolutamente nada en función total para el Perú, como pueblo y como idea. Las revoluciones son desplazamientos y evolución de masas, no actitud de seres específico mente individuales. Un hombre puede ser un revolucionario pero nunca una revolución.
En cuanto a nuestro problema arquitectónico, no cabe siquiera aludir a individualidades. Los esfuerzos de algunos pocos arquitectos por dignificar la arquitectura en el Perú, han quedado anulados antes de verificarse, por lo incomprensión social y la existencia de tribunales arbitrarios al resguardo de la adulteración arquitectónica. Emplear nuevos materiales y disponerlos de acuerdo a un «nuevo estilo», no es realizar arquitectura actual. Mucho menos, combinar aspectos de arquitectura nacidas en anteriores épocas sobre el mismo suelo, aunque estas alquimias y extraños amalgamas llevan prefijos de novedad supuesto. Con profundo dolor pero al mismo tiempo con una fecunda esperanza en el futuro, debemos declarar que en el Perú y en relación el panorama universal contemporáneo, no existe arquitectura. En nuestro medio, esta ha permanecido inalterable a toda inquietud renovadora, agotándose en un régimen tenaz y absurdo de mistificación, en donde la enseñanza y el realizarse arquitectónicos creían vivir cuando en realidad morían en cada remedo obstinado, a mas de 30 años del nacimiento de una arquitectura racional y viviente. En el Perú, este arte sigue reducido al mero oficio de aplicar estilos. Que del «greco-romano» o del «renacentista académico» hayamos trasladado nuestras preferencias al llamado «colonial», no suma ni resta absolutamente nada al problema específico de superar la etapa de una arquitectura como simple aplicación de elementos estilísticos.

Nuestro consciente respeto a las generaciones que trabajaron en anteriores etapas de la historia para lograr una expresión auténtica de sus conceptos, y nuestra afirmación concreta y categórica sobre un hombre nos lleva a la realización de un movimiento artístico y especialmente arquitectónico, que en este manifiesto hace sincera y libre expresión de sus principios.
Trabajaremos por una arquitectura actual, como fórmula del hombre redescubierto en lo contemporáneo.

Lucharemos por eliminar todas las trabas en contra de esta exigencia básica del tiempo.


Formaremos una conciencia arquitectónico-social, identificada a las necesidades del nuevo habitante de lo humano.

Daremos al hombre nuevo su nueva residencia. La residencia funcional, auténtica, fórmula de los postulados esenciales de la época, libre de todo estilo y anécdota accesoria.


Nuestro movimiento, bajo el denominativo «AGRUPACION ESPACIO» hace un llamado a todos los arquitectos que sientan en sí la manifestación de un nuevo ser, y extiende esta invitación a todos los artistas que trabajan de acuerdo con las firmes esencias de la época, en el convencimiento de un mismo fin común y un mismo anhelo de realización humana.


Lima, 15 de mayo de 1947




ARQUITECTOS Y ALUMNOS DE ARQUITECTURA:

Luis Miró Quesada, Paul Linder, Adolfo Córdova v., José Polar Zegarra, José M. Sakr S., Carlos Williams, Gabriel Tizón Ferreyros, Juan F. Benites, Miguel Bao Payba, Mario Gilardi, Enrique Oyague M., Roberto S. Wakeham, Oscar Vargas Méndez, Luis Vásquez, Wenceslao Sarmiento, Luis Dorich, Renato Suito, Eduardo Neira Alva, Jorge Garrido Lecca, Ricardo de J. Malachowski Benavides, Alberto Seminario, Guillermo Proaño, Luis Maurer F., Fernando Sánchez Griñán P. E., Ramón Venegas Deacón, Jorge de los Ríos, Gerardo Lecca del C. Teodoro Scheuch, Henry Biber, Juan José Dávila L., Hilde Scheuch, Raúl Morey, Alberto H. Aranzaens.


ADHERENTES AL MANIFIESTO

Samuel Pérez Barreto, César de la Jara, Xavier Abril, Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren, Sebastián Salazar Bondy, Fernando de Szyszlo, Jorge Piqueras, Raúl Deustua, Carlos Alejandro Espinoza, Emilio Herman S., Leopoldo Chariarse, Miguel Grau Schmidt, Joao Luiz Pereira, Luis León Herrera.



(1) Publicado en el diario “El Comercio” 15 /05/1947, Lima – Perú.

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