22 de noviembre de 2008

NO HAY FORMA SIN LUGAR*


Publico este escrito que surge motivado por una exposición de trabajos a la que fuí invitado y por una serie de conversaciones que he tenido con colegas preocupados por el medio ambiente. El tema abordado es extenso y amerita mucho más que estas líneas. Por razones de tiempo he decidido organizarlo en una serie de entradas que irán apareciendo en el blog.

Debo reconocer y agradecer los estudios de la arquitecta Cristina Gastón (UPC) plasmados en parte en el libro que publicó con el auspicio de la Fundación Caja de Arquitectos: Mies: El Proyecto como revelación del Lugar (Barcelona 2005).

A continuación trascribiré parte del Prefacio escrito por el Arquitecto Helio Piñon para el libro de Cristina dado que considero es útil para introducirnos en el tema y exponer la trascendencia de abordarlo.


"NO HAY FORMA SIN LUGAR

Una de las asunciones más generalizadas sobre las que se ha basado la idea común de la arquitectura moderna es la que le reconoce -en el mejor de los casos- cierta capacidad para estructurar edificios, pero le niega toda sensibilidad para asumir el entorno.
/.../ Esa creencia generalizada guarda relación con el falso problema que se panteó en los últimos años cincuenta en plena revisión crítica de la modernidad, cuando se trató de adecuarla a determinadas convenciones fugurativas para suavisar su "ruptura con la historia".

/.../ La arquitectura que se inscribe en la doctrina del "contextualismo historicista" plantea el problema del lugar como una cuestión moral, vinculada al hábito de experimentar la ciudad en términos de coherencia ambiental y continuidad figurativa. La arquitectura moderna, en cambio, aborda el problema en términos estéticos, como un problema de forma; por ello no lo plantea como una cuestión específica, separada del resto de aspectos del proyecto: la arquitectura moderna atiende al lugar igual como asume la construcción o la estabilidad de un edificio, como una condición del programa que su configuración específica debe incorporar con en fin de que la obra adquiera una identidad genuina.

En la arquitectura contextualista, la presión del lugar sirve para disolver la identidad del objeto en la atmósfera ambiental del sector urbano en el que se encuentra. En la arquitectura moderna, por el contrario, la consideración de los alrededores del edificio proporciona elementos que intervendrán en el sistema formal que afirmará la identidad de la obra: en efecto, el edificio aparece, en este caso, como elemento de un conjunto estructurado por vínculos de relacion visual, de modo que la coherencia no se alcanza por armonía, sino por equilibrio de los distintos elementos que intervienen en el episodio arquitectónico."



Notas: * Título del Prefacio escrito por el arq. Helio Piñon para el libro de la arq. Cristina Gastón "Mies: el Proyecto como revelación del Lugar". Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona 2005.
La foto publicada es una vista aérea de la casa Farnsworth. Fue obtenida de la página web: http://www.farnsworthhouse.org

1 comentario:

  1. Estimado Aldo.
    Muy buen artículo, creo que pone el dedo en la llaga en una discusión muy importante.
    Décadas atrás el movimiento moderno, especialmente su rama más radical y brutal, asumió una actitud soberbia, arrogante y prepotente con respecto a su entorno histórico y cultural. El mismo edificio podía ser replicado en Chicago, Brimingham, Pekín o el centro histórico de Kioto. Patrimonio invaluable fue aplastado para siempre sin criterio ni culpa. Ellos no creían en nadie. Ellos no escuchaban críticas y su visión era la única alternativa posible (no es de extrañar la opción del brutalismo como favorita en edificios institucionales durante los regímenes totalitarios en Latinoamérica).
    En ese sentido, creo que el reclamo de los historicistas fue válido ya que trajo a debate aspectos importantes como contexto, lugar, historia, cultura, patrimonio y paisaje (un efecto colateral sería la aparición de la lista de patrimonio mundial de la UNESCO en 1972, buscando proteger monumentos, entre otras cosas, de la vorágine de la modernidad).
    Lo que fue discutible fue la propia respuesta del historicismo, disfrazando edificios modernos con ropaje ecléctico, a veces tan descontextualizado como el propio modernismo que repudiaban. Al final el post modernismo sucumbió por la paradoja de que todo edificio nuevo iba a ser alguna vez "histórico" y al negar su época negaba también su propia identidad.
    Pero esta discusión produjo en varios arquitectos modernos reflexiones tan importantes como las que nos compartes en tu artículo.
    En las últimas décadas el movimiento moderno ha recobrado importancia, y sus líneas sobrias, elegantes y racionales, son a la vez mucho más sensibles al entorno y han demostrado que pueden integrarse a los contextos históricos más exigentes con personalidad pero a la vez con responsabilidad. Su propio discurso se ha vuelto mucho más acequible y receptivo. Y es que en este mundo de hoy, mucho más plural y democrático, ya no es más la única alternativa posible.
    ¡Un abrazo!

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